SALA AZUL - AMBOS TURNOS - A jugar con Limerick
A jugar con Limerick

Un Hipopótamo
tan chiquito
que parezca de
lejos un Mosquito
que se pueda
hacer upa
y mirarlo con
lupa,
debe ser un
Hipopotamito.
Una vaca que come con cuchara
Y que tiene un
reloj en vez de cara,
Que vuela y
habla inglés, sin duda alguna
es una vaca
rarísima, muy rara.
Un lobo en la
ciudad de lobería,
Una vez se metió
en una heladería,
a comprar un
helado
de pollito
guisado
Por suerte le
dijeron que no había.
Si cualquier día
vemos una foca
que junta
margarita con la boca,
que fuma y habla
sola
y escribe con la
cola,
llamemos al
doctor la foca es loca.
Un pajarito que
se llama Blas,
que tiene pico
largo y para atrás,
nadie lo ha
visto aún,
pues parece que
es un
pajarito que no
existió jamás.
·
Al finalizar de leer
las Limerick les proponemos realizar con material reutilizable una máscara del
animal que más nos gustó.
¿ADIVINA,
ADIVINADOR?
Jugamos a las
adivinanzas
Caen, caen
Sin parar y no
Dejan de bailar.
(Las hojas).
Pequeña como un ratón
y cuida la casa como un león.
(La llave)
Tengo patas bien derechas
Pero no me puedo mover
Llevo a cuesta la comida y
No la puedo comer.
(La mesa).
En rincones y ramas
Mis redes voy construyendo, las
Moscas encantadas van cayendo.
¿Quién soy?
(Araña)
Amarillo por fuera, Blanco por
dentro,
Tienes que pelarla, para comerla.
¿Qué es)
(La banana).
· Escuchamos un cuento de María Elena Walsh
HISTORIA
DEL DOMINGO SIETE
Ustedes habrán oído alguna vez la expresión que dice:
"es un domingo siete", ¿verdad?
¿Qué es eso del domingo siete?
En Centroamérica se cuenta una historia del domingo siete, que es más
o
menos así:
Había una vez dos chicos: Juan, que tenía tres pecas en el cachete,
Domingo, que era malo y amarrete.
Los
dos iban al colegio, atravesando todo el bosque de Gulubú.
No
se llevaban muy bien, porque Domingo le hacía bromas a Juan a
causa de sus tres
pecas. Bromas que Juan tomaba con mucha paciencia
porque era un chico bueno,
muy bueno, requeté pecoso.
Una
tarde salió Juan del colegio, y Domingo, como siempre, se quedó en
penitencia
después de clase.
Juan
iba saltando y cantando por el bosque, cuando se desvió un poco
del camino por
seguir a una ardilla que jugaba por ahí y le hacía
morisquetas.
Por
correr tras la ardilla, como digo, se desvió del camino y se perdió.
Y
de pronto ¡zápate! lo sorprendió una espantosa tormenta.
Caían
unas gotas gordas como patas de elefante, un granizo gordo como helados de cien
pesos, soplaba un viento hecho por un millón de hélices.
Juan
buscaba refugio, tratando de no mojar su prolijo cuaderno.
Corrió
y corrió hasta que por fin pudo meterse en el hueco de un árbol,
empapado y
tiritando.
Allí
esperaba acurrucado que pasara la tormenta.
Cuando
amainó, ya era de noche y a lo lejos vio una lucecita.
-Debe
ser la casa de algún guardabosque-pensó-, quizá me permita
secarme junto a la
chimenea y me dé un plato de sopa.
Juan
caminó hasta la casa.
Se
acercó a la ventana y oyó un coro de voces chillonas y destempladas
que
cantaban una preciosa canción que decía así:
-"lunes,
martes, miércoles tres..."
Como
a Juan le gustaba mucho la música no pudo contenerse y cantó
también
completando la canción.
Porque
la canción, en la palabra "tres", se paraba de golpe.
Y
Juan cantó:
-"jueves,
viernes, sábado seis..."
La
ventana se abrió de par en par y se asomaron un montón de brujas,
brujitas y
brujotas, feas y desmechadas, que sonriendo con sus escasos
dientes dijeron:
-
¿Pero ¿quién es el chico requeté pecoso y bueno que nos ha completado tan
graciosamente nuestra canción?
-Yo-dijo
Juan con modestia.
- ¡Pero qué preciosura! -dijo la bruja capitana-, hace tres millones de semanas y
dos días que estamos tratando de completar la letra de esta canción ¡y no
podemos!...
-"lunes,
martes, miércoles tres..."
Y
Juan volvió a corear:
-"jueves,
viernes, sábado seis..."
-Desde
hoy, y gracias a ti, podremos cantar completo el himno de las brujas de Gulubú,
y por este gran favor que nos has hecho te vamos a premiar.
Y
dicho y hecho, las brujas, las brujitas y las brujotas le regalaron a
Juan una
bolsa enorme llena de caramelos, chupetines, bombones,
alfeñiques, turrones,
nueces, chocolatines, helados que no se derretían
y no me acuerdo qué más.
Juan
les dio las gracias y se fue cantando.
Ya
no llovía, y la ardilla lo guiaba por el camino.
Al
día siguiente, Juan repartía golosinas entre sus compañeros del
colegio, cuando
llegó Domingo y le arrebató unas cuantas de un manotón.
-
¿Dónde has robado esto? -le preguntó.
-
¡No lo robé! -le contestó Juan indignado-, me lo regalaron las brujitas de
Gulubú.
-
¡Mentira! -gritó Domingo, dispuesto a pegarle en el cachete pecoso.
Entonces
Juan, para que no dudara de su honradez, le contó con
detalles su aventura:
cómo se había perdido por correr tras una ardilla
que le hacía morisquetas,
cómo lo había sorprendido la tormenta, cómo
había llegado a la casa de las
brujas y cómo les había completado
graciosamente esa canción que decía:
"lunes,
martes, miércoles tres..."
Con
un versito que decía:
"jueves,
viernes, sábado seis..."
-Bah,
qué tontería -contestó Domingo y dio media vuelta.
Pero
como Domingo era copión y envidioso, decidió imitar la hazaña de
Juan.
Esa
tarde salió del colegio y, en el bosque, encontró a la ardilla
juguetona y la
siguió.
También
lo sorprendió la tormenta y también fue a dar a la casa de las brujas.
Todo,
todo igual que Juan.
Una
vez junto a la ventana, oyó que las brujas, brujitas y las brujotas
cantaban:
-
¡lunes, martes, miércoles tres, jueves, viernes, sábado seis..."
-Para
que me regalen caramelos - pensó Domingo-, tengo que añadirle algo más a esta
canción.
-"¡Domingo
siete!"
A
las brujas, naturalmente, no les gustó nada la interrupción.
La
ventana se abrió de par en par, y se asomaron preguntando:
-
¿Quién es el sinvergüenza y amarrete que nos ha arruinado la canción con un
domingo siete?
Y
le arrojaron a Domingo por la cabeza el agua helada de una vieja
palangana de
latita.
Domingo
salió corriendo, mientras la ardilla se reía tanto que tenía que
taparse los
dientes con la cola.
Domingo
decidió desde ese día no ser más copión ni amarrete, y además
se hizo amigo de
Juan, que siguió como siempre con sus tres pecas en
el cachete.
Y
así, con un firulete,
se
acaba el libro en un domingo siete.
·
¿Les gustó?
· Ahora les proponemos
confeccionar con algún familiar cercano un títere de los personajes del cuento:
Podemos usar sobres de papel madera (tamaño mediano) y/o dibujamos una figura
de lo leído en una hoja (completando el dibujo con las características del
personaje que seleccionemos), la cortamos por el contorno y le pegamos en la
parte de atrás un palito de helado.